Glauco, como cada día, esperaba paciente que alguno de aquellos delicados peces se engarzaran en su anzuelo. Se estremecía de tristeza cada vez que sacaba del mortífero gancho a alguno de aquellos hermosos animalillos. Glauco admiraba a los peces por encima de todas las cosas. De no ser aquel su único sustento no hubiera dañado jamás a ninguno de ellos.
Pero aquel día los peces que sacaba no permanecían en su alforja, sino que como atraídos por una misteriosa fuerza saltaban de nuevo hasta el agua. Glauco, sorprendido por aquel comportamiento examinó las aguas buscando alguna respuesta. Encontró entonces unas extrañas algas que él, que había sido pescador toda su vida en aquel lugar, no había visto antes. Supuso que aquel misterioso hallazgo estaría relacionado con el sospechoso comportamiento de los peces, así que se dispuso a averiguarlo. Tomó un cacho de aquellas plantas y de inmediato una misteriosa llamada lo atraía irresistiblemente hacia el agua. Los seres marinos lo acogieron con agrado. Océano y Tetis que sabían del amor que Glauco profesaba hacia los organismos marinos, lo recibieron y lo adormecieron, para transformarlo en dios marino.
Cuando Glauco despertó de aquel placentero sueño, su pelo había tornado verde así como su larga barba. Su cuerpo era ahora musculoso y ancho de un color azulado y la mitad inferior se había convertido en una extraña y hermosa cola que le permitía desplazarse entre sus amadas criaturas marinas con facilidad. Aunque su aspecto era temible, su estancia entre las aguas marinas lo hacía muy dichoso. Fue así como aquel humilde pescador se convirtió en un temido dios acuático.
Glaucus atlanticus
En honor a este dios de tan extraño aspecto, se dio nombre a un extraordinario pero muy real organismo acuático. Glaucus atlanticus, también conocido como “Dragón azul”, es un molusco nudibranquio de la familia Glaucidae, el único miembro del género Glaucus. Habita en las aguas cálidas de las costas australianas, sudafricanas y europeas.
Se alimenta de organismos de mayor tamaño como la altamente venenosa “Carabela portuguesa” ( Physalia physalis). En algunos casos G. atlanticus puede ser caníbal cuando se presta la oportunidad.
Es capaz de alimentarse de P. physalis porque cuenta con inmunidad ante el veneno de los nematocistos de esta. G. atlanticus es capaz de consumir a la peligrosa Carabela entera y seleccionar y almacenar sus toxinas y nematocistos para su uso propio. El veneno se recoge en sacos especializados en las puntas de sus ceratas (los “dedos” de sus extremidades). Es por eso que este pequeño molusco de unos 4 centímetros de largo puede producir un veneno mucho más potente y mortal que el de la Carabela.
Cuatro centímetros más mortales que la mismísima Carabela portuguesa, este maravilloso ejemplar parece sacado de una película de ficción, pero nada tiene que envidiar a las grandes bestias o luminosas criaturas que aparecen en Pandora (de la película de Avatar). Un ejemplo más de cómo la realidad supera a la ficción.
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