jueves, 24 de septiembre de 2009

Lonely night...

Cierro los ojos… intento, con toda mi alma, eliminar de mi mente los pensamientos que la recorren. Pero no es sencillo...

El día acaba como otro día más, y como otro día más, tomo el ordenador y dejo fluir mis dedos sobre el teclado. Nada nuevo relevante ha ocurrido hoy. Es la misma rutina de siempre, el instituto, la tarde de estudio y el fin del día para reflexionar sobre los acontecimientos. La noche es mi más leal compañera, ella nunca me abandona. Cada día acude fiel a su cita. Por eso, me siento a gusto y relajada con ella. Se que no desaparecerá de golpe, no tiene prisa… Me avisa poco a poco cuando tiene que marcharse y me invita a despedirla, para que juntas contemplemos un espectáculo extraordinario, hasta que, sin más remedio, acabe desapareciendo. La noche me aleja de los flujos interminables de clones que inundan nuestras calles en nuestros días… Guarda mis secretos inexcusablemente, sin importarle lo terribles que estos sean. La noche me ayuda a ocultarme del ruido, la preocupación y la histeria del día, y también, de mí misma… Caminar pensativa bajo la bella Casiopea recordando su trágica historia y aspirar el agradable aroma de la noche solitaria, me transmitía esa paz que tanto añoro…

Esta noche he vuelto a mirar al cielo. Esta noche vuelvo a preguntarme donde quedó el frío aroma de la soledad, el dulce silencio de la inactividad humana, la hermosa oscuridad que permitía contemplar el eterno manto estrellado que cubre nuestras cabezas… Esta noche vuelvo a preguntarme por qué me separasteis de ella, de la noche, de las estrellas…

domingo, 20 de septiembre de 2009

Cuando el mercurio se separa...

Yo siempre me había considerado una niña alegre y no me gustaba sentirme débil ante nadie. Pero todo mi mundo cayó de pronto en una era de destrucción de la que no sabía salir. Poco a poco, me fui convirtiendo, igual que esos chicos a los que llaman emos, en una niña encerrada en sí misma. Mi cara ya no irradiaba esa alegría que tanto me caracterizaba, ahora era fría como una larga tarde de invierno. No sabía como era posible, que existiera tanta maldad en el mundo, no entendía como alguien que ponía tanta pasión en hacer las cosas era capaz de hacer algo tan despreciable. Fue como si de repente yo fuera una simple ciudadana de a pie, y un político corrupto hubiera decidido que me tocaba ser extorsionada.

Y ahora, sentada en mi diván con la vieja pluma de mi padre y mi cuaderno de lamentos en la mano, planeo la forma de saciar mi sed de venganza. Sí, se que eso no me devolverá a mi madre, que nunca volveré a escuchar sus historias de media noche, que nunca me volverá a aconsejar sobre esa clase de hombre que no me conviene y que jamás volverá a acariciarme con aquella ternura con la que solía hacerlo cuando me dormía acostada encima de ella mientras juntas veíamos la televisión. Sí, lo se, pero no puedo esperar a que el dolor de mi corazón simplemente desaparezca, porque nunca lo hará y por más absurdo que considere el hecho de la venganza, aquel momento en que mi madre me escondió en el armario, intentando que aquel… diré “hombre”, aunque no sea esa la palabra que se me viene a la cabeza cuando vuelvo a pensar en el que decía amar a mi madre, no consiguiera encontrarme, y aquella imagen tras una pequeña rendija de la puerta del armario, donde mi madre forcejeaba con el agresor y, finalmente, el sonido de aquel disparo que aún retumba en mis oídos cada vez que lo recuerdo mientras el cuerpo sin vida de mi madre cae lentamente al suelo, cambió por completo mi concepción de lo absurdo. De hecho, creo que a partir de aquel momento, cambió por completo para mí mi concepción del mundo, de las personas y, por supuesto, de la vida.

Bajo la lluvia...

El día empieza a tornarse gris. Sabes que lloverá, es evidente, pero deseas quedarte donde estas, porque sabes que irte en ese momento supone dejar atrás un momento inolvidable con gente inolvidable. El único problema que acarrea la lluvia es el después de que esta te empape. Pero en el momento en que tienes que echar a correr para buscar refugio, el después es lo último que te preocupa. Caminando a paso ligero bajo un mar de sensaciones con la ropa empapada y el frío empezando a calarte los huesos, buscas la forma de que aquel oscuro día se convierta en una agradable velada. Empiezo a cantar. Cantar alegrar cualquier momento, por amargo que parezca. “I was singing in the rain.”

Siempre había querido hacerlo. Cantar bajo la lluvia. Estás exhausto, empapado, helado y algo confuso. Nunca lo he entendido, pero los días de lluvia siempre me confunden. Hacen que en mi interior florezcan sentimientos contradictorios y que me plantee cosas que hasta entonces no me había planteado. A pesar de todo, te sientes feliz. El por qué es algo difícil de explicar, ya digo que es confuso. Es una sensación extraña. Sientes que a pesar del frío y el cansancio es un día perfecto. Una experiencia única…

Primer zarpazo...

Hola mininos!!
Bienvenidos a mi humilde guarida.
Permitid que me presente. Soy una gata callejera enamorada de la noche. Gran parte de mi personalidad se a forjado gracias a las experiencias que vivir en la calle te permite disfrutar, en algunos casos, y en otros, padecer. La soledad de las calles nocturnas de la ciudad ha hecho de mi un animal hábil, independiente y algo más arisco de la cuenta. Sin embargo, esa misma soledad hace extrañar un poco de calor humano de vez en cuando... Vago por las calles en busca de problemas que resolver e injusticias que enmendar... Si quieres ayudarme hazlo, pero no me tengas lástima, entorpecerás mi camino...
Dicho esto, espero que os detengais a leer lo que vengo a contaros y haceros ronronear...
Un gran lametón para todos...