miércoles, 29 de diciembre de 2010

Lucecitas de colores

En esta época todo el mundo habla de la navidad, yo simplemente escucho. Para unos es mágica, es la época del año en la que la familia se reúne, se regalan alegrías, ilusiones y esperanzas nuevas que sustituyen las ya gastadas de navidades anteriores. Es quizá esa época en la que no discuten con nadie y todo les parece maravilloso solo porque es navidad. Este tipo de personas te miran en navidad y te sonríen como si les diera la vida en ello, tratan de agradarte, de regalarte lo que necesitas, de ayudarte en lo que puedan, se desviven por ser buenas personas como cuando eres niño y justo antes de reyes te portas bien para que te traigan lo que quieres. En el fondo envidio a estas personas que aún conservan la ilusión, y se les ilumina la cara mientras cantan uno de esos villancicos que alaban a un señor en el que no creen. Pero en el lado opuesto encontramos a esas personas cabreadas con la navidad, que no soportan estas fechas y que aprovechan cualquier mención a la misma para despotricar contra una sociedad consumista y arrogante que desvaloriza la miseria que invade nuestro “apacible y festivo” mundo aún en esta época.
El otro día sin ir más lejos (siempre me ha parecido curiosa esta expresión, pero no es momento de hablar de las peculiaridades del lenguaje coloquial), alguien nos dijo:
-          No os voy a felicitar las navidades primero porque las odio y segundo porque soy atea. Así que, felices vacaciones.
No puedes decir, odio la navidad e irte sin más, porque ¿qué si a quien se lo has dicho es de esas personas que adoran la navidad y la sobrestiman con admiración solo porque es la fecha en la que la gente se vuelve amable?
Podríamos tener un  debate sobre qué significa la navidad en un país donde el verdadero cristiano practicante brilla por su ausencia. Pero el soñador, amante de la paz que a priori reina en unas fechas tan señaladas, no quiere escuchar debates religiosos ni políticos que hagan de su ilusión por una fiesta una penosa idolatría hacia el dios dinero. No, para él es un momento de alegría y de cordialidad, nada más, representen lo que representen para el resto del mundo. 
Digo todo esto porque quizá en algún momento de mi vida, me haya transformado de una de esas personas que sin motivo aparente adoraban estas fechas a una de esas personas que las odian con todos los motivos del mundo. Pero he aprendido gracias al hakuna matata aquello de “vive y deja vivir” que con tanto ahínco timón se esforzó en enseñarnos a los de mi generación, bueno, y a un par de esos soñadores que me rodean y a quienes no sería capaz de arruinar sus fantasías navideñas recordándoles que la navidad es la mayor época de consumo innecesario del año. Gracias a ellos este año he dejado mis debates políticos y religiosos a un lado dejando paso a lo que ellos llaman “ilusión por la navidad” y yo llamo querer olvidar que el mundo sigue igual de roto con o sin lucecitas de colores.

2 comentarios:

  1. Chapó, aunque sea de esas personas a las que por ningún motivo nos entusiasma la navidad ^.^

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  2. Este año a mi me tocó la pasividad, ver que todo seguia igual, aunque con lucecitas mas cutres en la gran via.

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