El ronroneo de la luna
domingo, 25 de noviembre de 2012
El cachorro ha muerto...
Me preguntaba por qué le ponía nervioso mi mirada. ¿Demasiado inquisitiva quizás?
Ahora entiendo por qué la huía. Él podía ver que ya hacía tiempo que había muerto mi niña interior y olía a podrido.
jueves, 8 de noviembre de 2012
A las 5 de la mañana
La mañana se volvía incierta. El tiempo corría a nuestro lado como una sombra fugaz, pasando desapercibido. Un dedo compone en la espalda una melodía de
sensaciones que acelera los corazones más fríos. Y el frío desaparece. Una mirada
tentativa despierta una sonrisa que se convierte
en beso, y eso… Unos labios entreabiertos se deslizan por el resto hambrientos,
irresistible el probarte. Entonces saca las uñas y la pelea se alarga. Vuelven
a ser las 5 de la mañana. Curiosamente las 5 de aquella mañana y tú y yo en la misma cama…
"Nada se me da demasiado bien mas que tú..."
Racionalmente te odio...
instintivamente me gusta...
y por encima de todo, te quiero y lo sabes...
"Nada se me da demasiado bien mas que tú..."
Racionalmente te odio...
instintivamente me gusta...
y por encima de todo, te quiero y lo sabes...
viernes, 13 de julio de 2012
Cenizas...
Es lo que yo decía, era demasiado bonito. Sabía que tarde o
temprano despertaría de ese estúpido sueño en el que todo va bien. Estaba claro
que no podía funcionar. Ya hace tiempo que todo se ha roto. Pasé de tenerlo
todo, tener más de lo que nunca habría soñado a tener tristes cenizas deslizándose
entre unos dedos llenos de llagas. Trato de recomponer de alguna forma los
trozos de lo que fue, pero ya nada encaja, a este bonito puzle se le han
perdido demasiadas piezas. Quisiera saber cuándo di ese paso que desencadenó
todo lo demás, quisiera volver a ese momento y quedarme unos segundos antes,
disfrutando parada frente a ese mar de consuelo y esperanza disfrutando de sus
agradables y tranquilas aguas como si fueran eternas. Tan solo un aliento más
para tomar aire antes de embarcarme de nuevo en la ahora cruda realidad.
No quise tomar ninguna decisión cuando me di cuenta de que
todo se había roto pero creo que ha llegado la hora de tomar de nuevo las
riendas y de construir una nueva coraza. Otra capa más tras la batalla perdida,
hasta que mi pecho se convierta en
piedra para que nada pueda llegar al fondo y así, no volver a sentir el frío
puñal desgarrando los palpitantes músculos de una vida de dedicación.
domingo, 29 de abril de 2012
Muerte, el acordeonista y la puta de Vida
En un lugar llamado
Mandouro vivían dos hermanas, solas, en una casa de labranza que les habían
dejado sus padres. Desde la casa se veía el mar y muchos navíos que allí
cambiaban el rumbo de Europa hacia los mares del sur. Una hermana se llamaba
VIDA y la otra MUERTE. Eran dos buenas mozas, robustas y alegres.
La que se llamaba Muerte era guapa, pero algo caballuna. El
caso es que las dos hermanas se llevaban muy bien. Como tenían muchos
pretendientes, habían hecho un juramento: Podían flirtear, incluso tener
aventuras con hombres, pero nunca separarse la una de la otra. Y lo cumplían
lealmente.
Los días de fiesta bajaban juntas al baile, adonde acudía
todo el mocerío de la parroquia. Para llegar allí, tenían que atravesar unas
tierras de marisma, con muchos lamedales, conocidas como Fronteira. Las dos
hermanas iban con los zuecos puestos y llevaban en la mano los zapatos. Los de
Muerte eran blancos y los de Vida negros.
En realidad, esto que hacían las dos hermanas era lo que
hacían todas las muchachas. Iban con zuecos y los zapatos en la mano para
tenerlos limpios al a hora de danzar. Así que se juntaban en la puerta del
baile hasta un ciento de zuecos, como barquichuelas en un arenal. Los
muchachos, no. Los muchachos iban a caballo. Y corcoveaban en sus cabalgaduras,
sobre todo al llegar, para impresionar a las chicas. Y así iba pasando el
tiempo. Las dos hermanas acudían al baile, tenían sus quereres, pero siempre,
tarde o temprano, volvían a casa.
Una noche, una noche de invernada. Hubo un naufragio. Porque
este era un país de muchos naufragios. Pero aquel fue un naufragio muy
especial. El barco se llamaba Palermo e iba cargado de acordeones. Mil
acordeones embalados en madera. La tempestad hundió el barco y arrastro el
cargamento hacia la costa. El mar, con sus abrazos de estibador enloquecido,
destrozó las cajas y fue llevando los acordeones hacia las playas. Sonaron toda
la noche, con melodías más bien tristes. Era una música que entraba por las
ventanas, empujada por el vendaval. Como todas las gentes de la comarca, las dos
hermanas despertaron y la escucharon también, sobrecogidas. Por la mañana, los
acordeones yacían en los arenales como cadáveres de instrumentos ahogados.
Todos quedaron inservibles, menos uno. Lo encontró un joven pescador en una
gruta. Le pareció una suerte tal que aprendió a tocarlo. Ya era un muchacho
alegre, con mucha chispa, pero aquel acordeón callo en sus manos como una
gracia.
Vida se enamoró tanto de él en el baile que decidió que
aquel amor valía más que cualquier vínculo con su hermana. Y huyeron juntos,
porque Vida sabia que Muerte tenía un genio endemoniado y que podía ser muy
vengativa. Y vaya si lo era. Nunca se lo ha perdonado. Por eso va y viene por
los caminos, sobre todo en las noches de tormenta, se detiene en las casas en
las que hay zuecos en la puerta, y a quien encuentra pregunta: ¿Sabes de un
joven acordeonista y de la puta de Vida? Y a quien le pregunta, por no saber,
se lo lleva por delante
Manuel Rivas
Manuel Rivas
sábado, 11 de febrero de 2012
Que se pare el tiempo, aunque me quede atrás...
El tiempo me quiso dejar atrás, lo encontré escondido tras viejos calendarios de esos tan insinuantes que colgaba nuestro mecánico en su taller. Pero a mí, como buena hija de mi madre, siempre me ha gustado llevar la razón, por eso quise saber más. Apunto estuve de superarlo, de dejar al mundo por embustero con aquello de que el viejo es más sabio. Pero otra vez la vida me estampó mi enorme error en la cara. Ya hacía tiempo pensaba que nada me sorprendería. Cuando algo que creías poseer para los restos desaparece de entre tus manos descubres que no puedes vencerlo, el tiempo siempre te supera, él siempre sabrá más. Ahora, que el reloj se llevó la razón y las horas barren despacio pequeñas motas del polvo en el que se convierte mi vida a cada paso, tan solo le pido al tiempo que me deje como estoy. No quiero más lecciones, no quiero saber más, quiero volver atrás y permanecer ignorante, aislada de ti, de tus minutos, de tus segundos, de tus heridas... Ansiaba tanto la verdad, la sabiduría de aquel señor que me contaba la historia de sus cicatrices que no supe ver lo que me perdía. Me perdí ese momento, el mejor, aquel en el que la ilusión de que un papel de colores se convirtiera en una hermosa rosa sin espinas, me coloreaba la mayor de las sonrisas. Me olvidé de disfrutar de la carta que aparece de la nada tratando de averiguar donde se escondían los hilos. Y ahora, que la ignorancia me sigue atormentando y las historias las cuentan mis cicatrices, tan solo me pregunto cuan cruel será la próxima batalla y contra qué nueva ilusión me he de estampar.
domingo, 29 de enero de 2012
En mi hambre mando yo...
- Los responsables de la crisis son los españoles que han vivido como nuevos ricos por encima de sus posibilidades
- No, porque verdaderamente uno no puede vivir por encima de sus posibilidades. - Hombre, quizás a base de créditos y estas cosas sí se puede vivir por encima de las posibilidades.
- Utilizando las posibilidades que ofrece el crédito ya no estoy viviendo por encima de las posiblidades sino que aprovecho las posibilidades... Ojo, ojo....
Glaucus
Glauco, como cada día, esperaba paciente que alguno de aquellos delicados peces se engarzaran en su anzuelo. Se estremecía de tristeza cada vez que sacaba del mortífero gancho a alguno de aquellos hermosos animalillos. Glauco admiraba a los peces por encima de todas las cosas. De no ser aquel su único sustento no hubiera dañado jamás a ninguno de ellos.
Pero aquel día los peces que sacaba no permanecían en su alforja, sino que como atraídos por una misteriosa fuerza saltaban de nuevo hasta el agua. Glauco, sorprendido por aquel comportamiento examinó las aguas buscando alguna respuesta. Encontró entonces unas extrañas algas que él, que había sido pescador toda su vida en aquel lugar, no había visto antes. Supuso que aquel misterioso hallazgo estaría relacionado con el sospechoso comportamiento de los peces, así que se dispuso a averiguarlo. Tomó un cacho de aquellas plantas y de inmediato una misteriosa llamada lo atraía irresistiblemente hacia el agua. Los seres marinos lo acogieron con agrado. Océano y Tetis que sabían del amor que Glauco profesaba hacia los organismos marinos, lo recibieron y lo adormecieron, para transformarlo en dios marino.
Cuando Glauco despertó de aquel placentero sueño, su pelo había tornado verde así como su larga barba. Su cuerpo era ahora musculoso y ancho de un color azulado y la mitad inferior se había convertido en una extraña y hermosa cola que le permitía desplazarse entre sus amadas criaturas marinas con facilidad. Aunque su aspecto era temible, su estancia entre las aguas marinas lo hacía muy dichoso. Fue así como aquel humilde pescador se convirtió en un temido dios acuático.
Glaucus atlanticus
En honor a este dios de tan extraño aspecto, se dio nombre a un extraordinario pero muy real organismo acuático. Glaucus atlanticus, también conocido como “Dragón azul”, es un molusco nudibranquio de la familia Glaucidae, el único miembro del género Glaucus. Habita en las aguas cálidas de las costas australianas, sudafricanas y europeas.
Se alimenta de organismos de mayor tamaño como la altamente venenosa “Carabela portuguesa” ( Physalia physalis). En algunos casos G. atlanticus puede ser caníbal cuando se presta la oportunidad.
Es capaz de alimentarse de P. physalis porque cuenta con inmunidad ante el veneno de los nematocistos de esta. G. atlanticus es capaz de consumir a la peligrosa Carabela entera y seleccionar y almacenar sus toxinas y nematocistos para su uso propio. El veneno se recoge en sacos especializados en las puntas de sus ceratas (los “dedos” de sus extremidades). Es por eso que este pequeño molusco de unos 4 centímetros de largo puede producir un veneno mucho más potente y mortal que el de la Carabela.
Cuatro centímetros más mortales que la mismísima Carabela portuguesa, este maravilloso ejemplar parece sacado de una película de ficción, pero nada tiene que envidiar a las grandes bestias o luminosas criaturas que aparecen en Pandora (de la película de Avatar). Un ejemplo más de cómo la realidad supera a la ficción.
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